Atrapados en el pozo de Atacama
Regresábamos desde Arica en un viaje de más de 700 km hacia San Pedro de Atacama. Cuestas, quebradas, y cruces; muchas cruces y banderas chilenas tapizando las banquinas de la ruta 5. Cada una de ellas nos recordaba a los camioneros que no pudieron frenar su carga en las quebradas de Camarones, Acha, Tiviliche, o el riesgo de ser vencido por la modorra del desierto en la Pampa de Tamarugal. La recta parece interminable y el aire acondicionado apenas alcanza para combatir los 33°C del desierto.
Pasamos Calama y el camino comienza a subir lento pero constante. En un momento
la temperatura del auto se elevó a valores peligrosos y decidimos parar
al costado de la ruta. Allí cometí el primer error, viendo que
salía vapor por el vaso recuperador paré el motor y en pocos segundos
el mismo se convirtió literalmente en una caldera. Una pequeña
manguera que había cambiado en Purmamarca siete días antes, saltó
y expulsó vapor y agua por todo el motor. Esperamos que se enfríe
y repuse el agua faltante. Seguimos nuestro viaje siempre en subida controlando
la temperatura, que volvía a subir, y la altitud. Viendo que ya estábamos
pasando el punto más alto del camino supuse que la temperatura iba a
comenzar a bajar, pero pese a que descendíamos con el motor aliviado
la aguja estaba clavada muy alto. Volvimos a parar, esta vez sin detener el
motor, y observé que del agua repuesta quedaba poco o nada. Agregué
el agua faltante y por fin pudimos llegar a San Pedro de Atacama bastante preocupados
por lo sucedido.
El día siguiente iba a ser mucho más complicado ya que debíamos
pasar los 4800 metros de altura con gran parte del camino por encima de los
4000, para poder llegar al Paso de Jama. Comenzamos a averiguar si había
algún mecánico en el pueblo pero nos dijeron que sólo hay
una gomería.
Entonces recurrimos a nuestro Servicio de Atención al Automovilista en
Problemas con la Altura (SAAPA), alias mi hermano Roberto, que desde Buenos
Aires me sugirió realizar unas pruebas con el auto ante la sospecha de
que la junta de la tapa de cilindros se haya soplado por la recalentada. Todo
parecía indicar que algún problema existía, pero no era
concluyente.
La noche ya había caído y el cansancio de todo el día más
la tensión de no saber qué hacer nos jugaba en contra. Para el
este nos esperaba una cuesta hasta los 4839 metros, para el oeste los 94 kilómetros
que nos separaban de Calama tras una cuesta a 3430m de altura donde podríamos
encontrar un taller. Y nosotros a 2400 metros atrapados en un pozo, el Pozo
de Atacama.
En una de las llamadas a Buenos Aires nos quedamos sin cambio y tal vez eso
nos comenzó a solucionar el problema. En Vulcano Expediciones, una agencia
orientada al turismo alternativo y de aventura, me atendió Christian
Fernández, un argentino radicado en Atacama. Mientras me cambiaba dólares
le comenté de nuestro problema y enseguida me sugirió que lo mejor
sería conseguir un remolque hasta el desvío a Bolivia a 4613 metros
de altitud que era la parte más empinada ya que en sólo 25 km
se ascienden 2400 metros. Tener otro problema en la trepada con el auto, conseguir
alguien que nos baje de nuevo al pueblo y pasar otra noche allí nos costaría
mucho más que pagar por ese servicio. Además arriesgaríamos
a tener un problema mayor, ya que el auto en el llano no presentaba ningún
síntoma y sabíamos que pasando la cordillera ya no habría
problemas. Nos dijo que en media hora algo iba a conseguir ya que conocía
gente que al día siguiente viajaba a Argentina en camionetas 4x4.
Nos fuimos a cenar con el estómago cerrado pero algo más de esperanza
de poder salir de ahí en la mañana. Igualmente ya estaba pensando
en cómo mandar a la familia a la Argentina en micro y cómo sacar
el auto de ahí si el panorama se ponía feo.
Ya
pasadas las nueve volvimos a hablar con Christian que ya se había contactado
con Edison Mora, otro guía, con quien arreglamos por el servicio de remolque
por 100 dólares. Quedó en encontrarnos en la Aduana 7:30 pero
nosotros íbamos a estar antes para ser los primeros en hacer los trámites
de salida de Chile. Con el tema bastante solucionado nos fuimos a dormir previo
llenado del tanque de nafta y del bidón de veinte litros auxiliar, más
la compra de cuarenta litros de agua desmineralizada.
El
frío de la mañana era intenso típico de los desiertos.
Llegamos a la aduana en las afueras del pueblo donde ya había algunos
camioneros esperando que abran el paso. Uno de ellos, ya sin camión,
se dedicaba a traer manejando micros desde Florianóplolis hasta Arica
desde donde eran llevados también por tierra hasta Quito.
A las ocho comenzaron a atender y Edison no aparecía. Otra vez los nervios.
Lo llamamos al celular y después de varios intentos nos comunicamos.
En media hora iba a llegar. Se ve que hubo un mal entendido con el horario.
Mientras
lo esperábamos me encontré con un auto que llegaba del Paso de
Sico. Tenía chapa argentina pero era una pareja de chilenos. Habían
llegado tarde y tuvieron que pasar la noche en las afueras de Atacama porque
la aduana ya había cerrado. Mi intención antes de tener el problema
con el auto era regresar por dicho paso y salir a San Antonio de los Cobres.
Ya me habían dicho en la aduana de Jama que el camino es muy desolado.
Esto último me lo confirmó el conductor que no se cruzó
con ningún vehículo en todo el trayecto y comprobó que
el estado de la ruta del lado argentino es muy malo, no así del lado
chileno.
Cuando por fin apareció Edison con su Chevrolet LUV 4x4 Diesel. Lo seguimos por 13 kilómetros hasta donde el camino comenzaba a empinarse. Ató la camioneta al Nevada con unas sogas que siempre irían tensas dada la pendiente del camino. Pasamos casi todo el equipaje pesado y Patricia y los chicos se ubicaron en la doble cabina, y comenzamos el remolque a 2578 metros de altitud. La velocidad no pasaba de 20 km/h por lo que estuvimos más de una hora subiendo lentamente con mucha modorra por la mala noche más el efecto de la altura que cuando no manejo se me hace sentir. El motor del auto permaneció en marcha para alimentar los frenos y la dirección, y pese a ser remolcado la temperatura no estaba tan baja como yo suponía en esos casos. Por fin apareció la ruta de ripio que lleva a Bolivia por el paso Portezuelo del Cajón pegado al Volcán Lincancábur y el cerro Juriqués.
Yo estaba preocupado porque faltaban 200 metros de desnivel para llegar a la máxima altura del camino, pero Edison me dijo que la pendiente ya iba a ser mucho menor y que él seguiría atrás mío con gran parte del equipaje y el resto de la familia en su camioneta para aligerar el peso del auto.
Así seguimos por 42 kilómetros más encima de los 4600 m snm hasta llegar sin problemas al Abra de la Pacana. Desde ahí todo sería en bajada hasta la frontera.
Unos pocos kilómetros más adelante pasamos el equipaje al auto y nos despedimos de Edison que a gran velocidad se adelantó hacia el paso de Jama para llegar antes que la Veloz del Norte, y así hacer los trámites aduaneros lo más rápido posible. Era la una menos cuarto y tenía que llegar al aeropuerto de Salta antes de las 3 de la tarde para ir a buscar a su pequeña hija que llegaba de visita.
Una hora más tarde llegamos al paso fronterizo y de repente vimos que una Chevrolet verde salía en dirección a Chile como endemoniada. Preguntamos en la aduana y confirmaron que Edison había avisado que veníamos atrás pero él lamentablemente se había olvidado de hacer uno de los 3 trámites (aduana, migraciones, auto) en Atacama y no podría entrar a Argentina. Otra familia chilena tenía el mismo problema y se tenía que volver los 160 kilómetros. El problema es que en Atacama nadie comprueba que la gente tenga los tres trámites realizados correctamente antes de partir al Paso de Jama. Si algo falta, en la frontera argentina los mandarán de vuelta.
Nos quedamos con mucha bronca que Edison se haya tenido que volver y difícilmente haya podido llegar a tiempo a buscar a su hija. Mientras esperábamos que el último pasajero de la Veloz del Norte, que venía desde Lima, termine sus trámites revisamos el agua del auto y tras una pequeña reposición quedó listo para el último tramo hasta Purmamarca.
Paramos en la hostería Pastos Chicos de Susques desde donde reservamos para la sucursal de Purmamarca donde habiamos parado a la ida.
Nos faltaba una última trepada de 700 metros desde el cruce de la Ruta 40 hasta Abra Potrerillos en la Cuesta de Lipán. Fueron 31 kilómetros, con los últimos 6 en primera velocidad, a menos de 20 km/h, apenas tocando el acelerador, con un ojo pueso en la temperatura del auto y el otro en la altitud del GPS. Tardamos 45 minutos en vencer el desnivel pero el auto se comportó perfectamente. Ya cuesta abajo disfrutamos de la espectacular vista de la Cuesta de Lipán y antes de que anochezca, otra vez del Cerro de los Siete Colores. Lejos, muy lejos del Pozo de Atacama.